domingo, 13 de diciembre de 2009

El campo ecólogico: una forma de cultivar salud




Nuestra relación con el campo viene de muchos años atrás. Eran los veranos de la infancia, cuando salíamos de la ciudad y vivíamos rodeados de gamas infinitas de colores que la naturaleza nos ofrecía en los espacios cotidianos de convivencia: predominaban el verde y el azul. El verde musgo de las riberas de ríos, arroyos, abrevaderos, fuentes y paredes de piedra que delimitaban las fincas, el verde helecho del bosque, el de las algas danzantes de las charcas dejadas por las mareas, la infinidad de verdes de árboles, de praderas y campos salpicados de piedras y laurel. Los azules irisaban en ríos, en pantanos, lagos y hermosas playas cántabras. Así nos vienen a la memoria esos pequeños pueblos como Arroyo y Solares, que entonces “sólo sabían a agua”, donde compartíamos experiencias y travesuras con los amigos “estivales” del pueblo.

También nos vienen otros recuerdos como el del alegre y campechano panadero que llegaba en una carreta a caballo y, con la llamada de una minúscula trompetilla en medio de la calle, congregaba a los vecinos para vender el pan recién horneado, o las calles de nuestro entorno, todas ellas salpicadas de hermosos huertos coloristas y plenos de verduras frescas y sanas, de establos en las plantas bajas, donde los perfumes del estiércol del ganado vacuno o la hierba recién segada invadían el aire, y ese silbido de la armónica que en un monocorde soniquete nos avisaba de la llegada del afilador, quien, con su vieja motocicleta, paraba a remachar cazuelas, afilar hachas, cuchillos y otros aperos de labranza, poniendo al día de acontecimientos y curiosidades de pueblos vecinos.

Aún esuchamos los ecos del trote del caballo Pedregajas arriba y, en el recuerdo, aquellos perfumes que aún nos sedan.

Allí aprendimos a sentir y querer el campo, a ordeñar, a montar en burro, a pescar cangrejos con reteles, angilas y truchas, a recorrer los campos en bicicleta con los amigos, a ser testigos de las parejas que surgían de las verbenas, a conducir el carro de caballos con la hierba para el ganado, a cumplir vestidos de domingo con la sagrada visita a la parroquia donde escuchábamos atentos, en sus puertas las menos veces, las charlas de los campesinos, a trepar por los numerosos árboles frutales de las fincas, a escuchar el tañir de las campanas para entender lo que decían, y a compartir los secretos de la naturaleza y aprender disfrutando con los sabios consejos e historias increíbles de los viejos del lugar.

Ahora nada nos sabe igual a aquellas correrias con los amigos probando los perojos, mandarinas “de la china”, higos, cerezas, melocotones, zarzamoras….. y deliciosos tomates que allí se cuidaban como tesoros.

Ese concepto idílico de naturaleza lo hemos dejado muy atrás, y sin embargo, ahora que vivimos inmersos nuevamente en el medio rural, buscamos formas de recordar aquellas experiencias y adaptarnos al nuevo medio y no sucumbir en el intento, carentes de los servicios a los que estábamos acostumbrados en la gran ciudad, como la asistencia médica cercana y profesional, infraestructuras viales, transporte, comunicaciones y un largo etc.

Ahora la pregunta es cómo podríamos ser tan ecológicos como aquel panadero, y cómo aprovechar utensilios que parecen imposibles de recuperar y que antaño reparaba el afilador (reciclaje y consumo responsable), cómo utilizar la materia orgánica para enriquecer nuestros campos y mejorar nuestras cosechas, cómo podemos aprovechar lo que la naturaleza nos da sin arrebatárselo definitivamente.

Así comenzamos, sin amilanarnos con las dificultades, una actividad relacionada con el campo y al mismo tiempo con el turismo rural, como una alternativa al ritmo frenético actual y como una forma de estar en contacto con el mundo, que llega al Cortijo de La Cañada del Sacristán desde cualquier rincón del planeta, con el ánimo de compartir con nosotros unos días en este pequeño rincón de Andalucía.

Entre las variopintas actividades que ahora realizamos está la del huerto ecológico y la jardinería, donde mantenemos un contacto íntimo con la naturaleza, donde se realiza ejercicio físico intenso, y donde la creatividad y la observación de las plantas ante los problemas que acechan, así como la fascinación ante algunos resultados de esta simbiosis hombre-campo-planta tienen, casi siempre, una recompensa muy gratificante.

Sin embargo, nos ha sorprendido conocer en nuestro nuevo entorno cómo el agricultor está sometido a la vorágine comercial, sintiendo la necesidad de tratar sus campos para obtener el máximo rendimiento, obligándose a utilizar gran cantidad de abonos químicos (palabras a mi juicio incompatibles), pesticidas y herbicidas, dañinos para ellos mismos y el medio ambiente, con una masiva producción de gases de efectos invernadero, a roturar la tierra continuamente con maquinaria pesada dejando que las correntias arrastren las mejores tierras, a regar los campos de olivos para aumentar su producción, estresando los acuiferos y con un gran consumo de otros recursos, etc….

Ante la dictadura del sistema de consumo y del proceso comercial existente a nuestro alrededor, ahora todos somos “consumidores”, palabra terrible con la que nos identifican continuamente en todos los medios, palabra que identifico con “virus”, saciándonos de nuestras necesidades hasta agotar el recurso y buscando uno nuevo o bien inventarlo haciendo uso de otros recursos para continuar con el proceso destructivo, y donde a cada momento exigimos más por menos.

Igualmente estamos convencidos de los graves trastornos que para nuestra salud tiene el consumo de productos desequilibrados por el excesivo uso de abonos químico-sintéticos, plaguicidas y herbicidas, como así lo corroboran los trabajos de instituciones científicas de gran renombre a nivel mundial.

En fin, tras las numerosas experiencias en la segunda mitad del siglo pasado con la revolución verde y la posterior degradación del suelo, la desaparición y contaminación del agua en nuestro subsuelo, de nuestros ríos y lagos, el cambio climático, la scbreexplotación de recursos, la degradación de los entornos naturales con la especulación inmobiliaria, y un largo etc… ahora estamos convencidos que con sentido común y la aplicación de los convenientes sistemas de rotación, compostaje, utilización de técnicas edafológicas, uso de abonos naturales organicos, la utilización inteligente y ecológica de la actividad agrícola, reciclaje comprometido, consumo responsable del agua, uso de energías limpias y otras acciones cotidianas que están a nuestro alcance, podemos cambiar a mejor y hacer más saludable nuestro entorno con la colaboración de todos y con el compromiso político de nuestros gobernantes.

En nuestro caso optamos por aplicar estos principios, y en lo referente a la agricultura ecológica separamos la finca en cuatro parcelas para crear en una de ellas un vergel de frutales, en otra un pequeño huerto estacional, y en una tercera el campo de olivos que preside la actividad principal de la finca. Alrededor de la casa estamos empeñados en la tarea de llevar a cabo una zona ajardinada con plantas autóctonas que están adaptadas a la pobreza del suelo y al tremendo estrés hídrico.

La primera parcela, en sus inicios, sufrió un ataque devastador de jabalíes y ciervos que nos obligó a vallarlo y a replantar muchos de los árboles frutales que nos alegraban distintas épocas del año. Ahora está en cuarentena, con nuevos y pequeños árboles frutales que luchan por coger fuerza y otros con más años que conservan las cicatrices del instinto animal.

El huerto, también protegido de las ordas devastadoras de animales salvajes, está siendo una experiencia nueva y mejorada cada año, donde nos obligamos a recuperar la pésima calidad del suelo, con continuo abono natural, rotaciones y un riego todavía manual con sistemas de compostaje y acolchado.

El campo de olivos, con encinas, quejigos, endrinos y almendros, salpicado de manchones, mantiene el campo con un ecosistema diverso, donde gran variedad de pájaros y conejos presiden la actividad salvaje. Ahora estamos en fase de aprendizaje y adaptación a un sistema de producción ecológica, con un sistema de recuperación del suelo, que estará supervisado y asesorado por expertos en la materia, para producir en un futuro, que esperamos cercano, nuestro propio aceite, evidentemente ecológico.

Contaremos con detalle nuestras experiencias en cada una de nuestras parcelas y como no, la primera experiencia con la recogida de olivas, que se nos antoja larga y dura, y que dió comienzo el pasado dia 16 de noviembre. CONTINUARÁ…

A.O.S.
www.canadadelsacristan.com